viernes, 25 de septiembre de 2009

La suite Iberia, de Albéniz




La vida de Albéniz fue una vida de película. De película de aventuras. Cuentan que con un año empezó a tocar el piano, viendo las clases que recibía su hermana mayor. Con cuatro dio su primer concierto en público. La gente se quejó porque decían que debía haber un pianista adulto entre bastidores y que el niño sólo hacía playback. Con seis años hizo las pruebas para entrar a estudiar al conservatorio de París, y las pasó, pero después se puso a jugar a la pelota, rompió un cristal, y decidieron que aún no tenía la madurez decesaria par estudiar allí. Con ocho se escapó de casa, se montó en un barco y se fue a América de polizón. Le descubrió el capitán en mitad del Atlántico y el propio Albéniz propuso pagarse el pasaje tocando el piano del barco. Así fue. Y esto es solo el principio.

Al final Albéniz terminó en París, que era lo que pegaba en la época. Empezó a escribir en un estilo tardorromántico heredado de Wagner, pero aunque la música de este periodo es buena y tiene calidad, quizá por falta de originalidad no ha trascendido. No puedes ser español, marcharte a París a finales del s.XIX, hacer lo que allí llevan haciendo bastante tiempo y esperar que se te recuerde por ello. Pecó de falta de originalidad. Sus óperas no tuvieron demasiado éxito y algunas siguen sin estar estrenadas a día de hoy. Pero también es cierto que esa ampulosidad romántico-wagneriana ya estaba de capa caída en la Francia del cambio de siglo. Por allí estaban muy entusiasmados con el impresionismo, y la música iba volviéndose más intimista. Comenzaba a nacer el interes por el timbre...

Alguien debió decirle a Albéniz que lo que él estaba haciendo estaba pasado de moda y que por aquél entonces lo que se llevaba y lo que se esperaba de un compositor de la periferia era que se hiciera nacionalista, es decir, que trasladara a la música de concierto los elementos más populares de la música de su país. Así pues, Albéniz volvió a pensar en España y trabajó con canciones populares, sobre todo derivadas del flamenco. Cuentan, aunque lo más probable es que se trate de una leyenda urbana, que era costumbre entre las niñas de bien del conservatorio, hacer variaciones caricaturizadas de las piezas de moda que se tocaban. Según esta leyenda, Albéniz decidió hacer algo tan difícil que a nadie se le podría ocurrir caricaturizarlo, y fue así como nació esta suite.

En el sentido estricto del término no se trata de una suite. Son un conjunto de 12 piezas independientes, agrupadas en cuatro cuadernos:

Cuaderno 1: Evocación, el Puerto y El Córpus en Sevilla
Cuaderno 2: Rondeña, Almería y Triana
Cuaderno 3: El Albaicín, El Polo y Lavapies
Cuaderno 4: Málaga, Jerez y Eritaña

Aunque en algunos casos, como por ejemplo "El corpus Christi en Sevilla" sea posible identificar elementos descriptivos, (al principio una procesión, después una saeta...) el propio Albéniz decía que no había relación en principio entre el título de la pieza y la música. De hecho el título viene a posteriori.

Hoy tampoco puedo subirla, pero podéis escucharla aquí.


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