jueves, 15 de abril de 2010

Ein Kinderspiel, de Lachenmann



Lachenmann es uno de esos compositores que uno sólo conoce cuando está metido en el mudno de la composición hasta las cejas. Cuando le gusta la música contemporánea y quiere más. Entonces conoce a Lachenmann. Es relativamente frecuente que alguien ajeno por completo a la música haya escuchado algo de Ligeti, algo de Pärt, algo de Reich o algo de.... qué se yo, de Boulez, por ejemplo. Y si no ha escuchado nada de ellos, sí que por lo menos ha oído hablar de ellos, pero Lachenmann es menos conocido para el gran público. Ahora, cuando uno empieza a interesarse por la música actual, en seguida sale su nombre.



Lachenmann es de los que se interesan por el timbre. Hace algunos años, cuando la música electrónica empezó a hacerse popular, algunos compositores intentaron imitar esas sonoridades con sus intrumentos. Empezaron a aparecer los multifónicos, los sonidos de llaves, y las "cosas raras" y en verdad tampoco debemos decir que fuera a consecuencia de la música electrónica, porque, por ejemplo, la idea de convertir un piano en un instrumento de percusión, sin ir más lejos se le ocurrió a John Cage, antes de que la música electrónica fuera popular. Fue todo más bien como un caldo de cultivo, en el que todo pasó a la vez. Pero es cierto que ciertos músicos trataron de imitar a la música electrónica con sus instrumentos. Y no sólo músicos de vanguardia, ya hablamos en otra ocasión en este blog de Jerry Goldsmith y su banda sonora de "El planeta de los simios", por ejemplo.



Lachenmann es uno de los precursores de este estilo. Algunas piezas, como "dal niente, interieur III", para clarinete solo, son un claro ejemplo de esta técnica. Pero esta técnica requiere un esfuerzo considerablemente grande por parte del intérprete. Primero, porque debe olvidar todas las clases de técnica que aprendió durante toda su vida y empezar a hacer las cosas como nunca le han dejado, y también, porque a la vez debe tener presentes todas esas técnicas que aprendió y luego le hicimos olvidar. Osea, un lío. Y esta pieza es una pieza para niños. Lachenmann tuvo que pensar en técnica, luego en ausencia de técnica y por último en la infancia. No es una pieza didáctica, ni tampoco una pieza pensada especialmente para la infancia, pero sí está dedicada a su hijo, y fue estrenada por su hija Akiko, cuando ella tenía 7 años, lo que demuestra que un niño puede tocarla.



Todos los mecanismos son muy simples. Por ejemplo, me llama la atención el último número. Sólo dos notas, las dos más agudas del piano, y solo un ritmo, el de la 7ª sinfonía de Beethoven (2º mov), generan el material para toda la pieza. Todo lo demás se consigue con el pedal y con las dinámicas. Y aquí es a donde yo quería llegar antes, que me perdí un poco por el camino. Tanto un niño que no sabe tocar, como un adulto que sí sabe tocar se pueden acercar a esta pieza. Y el adulto tendrá que olvidarse de todo lo que aprendió para interpretarla, mas esa técnica que adquirió y que después olvidó será la que le de la calidad a la interpretación. Aunque aparentemente, (y realmente) la pieza sea, en el fondo un par de notas.



Con las demás pasa algo parecido, solo que no es tan evidente.


1 comentario:

  1. Esta semana ha estado esto muy tranquilo.
    Tenía curiosidad y me ha gustado.
    Un poco primigenio
    :DD

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails